Juan Carlos Pérez, el barbero oficial de la selección chilena, empezó copiando el estilo de los basquetbolistas de la NBA y se transformó en el estilista favorito de Arturo Vidal y el creador del estilo capilar de Gary Medel y Eduardo Vargas.
Juan Carlos Pérez tenía 19 años cuando pisó por primera vez Juan Pinto Durán. Fue en junio del 2013. En la previa del partido clasificatorio con Paraguay para el mundial de Brasil 2014. Llegó ahí por petición expresa de Arturo Vidal, quien un mes antes se había cortado el pelo con él.
Juan entonces trabajaba en la barbería Moreno Barber en La Florida, donde llegó Felipe Matus, el cuñado de Arturo Vidal a pedir un peluquero para el jugador. El dueño del local, Jorge Gómez, mandó a Juan para remarcar la barba y la 'V' que el centrocampista lucía en su cabeza, un look que se había creado en Italia.
Feliz con el resultado, Arturo Vidal volvió a llamar a Juan Carlos. La cita fue en el complejo deportivo, antes de partir a Paraguay.
-Yo estaba totalmente desconectado del fútbol. No conocía a Vidal. Sabía que era futbolista, pero no tenía idea de que jugaba en el extranjero. Tampoco conocía a los otros jugadores -confiesa Juan.
Esa tarde, en el centro deportivo, por las tijeras y navajas de Juan pasaron también David Pizarro y Gary Medel.
-Gary quería hacerse un diseño que lo identificara, pero no sabía qué. Empecé a cortarle y me pidió que le hiciera la bandera chilena a un lado de la cabeza. Cuando estaba terminando me pidió que al otro lado le dibujara el número 17 en representación de su camiseta.
Al día siguiente: "Todos los medios estaban buscando al autor de esa bandera". Juan Carlos Pérez, hoy de 22 años, es de contextura delgada, pero de hombros anchos. Unas cejas cuadradas enmarcan sus ojos oscuros. Su pelo es frondoso en la parte superior y comienza a degradarse, con un rapado que se va intensificando hacia abajo.
-Es un low fade, peinado para el lado derecho -explica y luego comenta que retoca su peinado cada dos o cuatro semanas.
Son las tres de la tarde. Juan Carlos está en su departamento en La Florida. Las paredes blancas contrastan con el piso de madera flotante que reencuentra el equilibrio con el sofá blanco decorado con cojines de animal print de cebra.
El barbero está sentado con las piernas cruzadas. Repasa su historia personal y los eventos que lo llevaron al mundo de la barbería. De cortes y estilos capilares habla fluido; sin tapujos ni preocupaciones.
Su tono cambia cuando aparecen las preguntas sobre su vida familiar. Encoje los hombros. Pierde el contacto visual. No termina las frases.
-No quiero involucrar a mi familia en esto -dice con firmeza. Entonces se remite a contar lo que resulta exclusivamente esencial para entender su historia.
Antes de convertirse en el barbero de la selección, Juan ya era reconocido en su rubro. Pero después de su paso por Juan Pinto Durán llegaron los medios a la barbería para entrevistarlo. Eso provocó un quiebre entre Juan y Jorge, el dueño del lugar donde lo descubrió Arturo Vidal.
-Venía un periodista de la tele a entrevistarme. Jorge llamó para pedirme que usara el uniforme de la barbería. Me negué. Yo usaba ropa ancha, tenía un estilo más hiphopero, y él quería que me pusiera un polerón apretado y un gorro de lana con pompón -cuenta. Su jefe amenazó con despedirlo si no lo hacía. Entonces Juan terminó su último corte, tomó sus herramientas de trabajo y se fue para no volver.
La entrevista se hizo en una plaza. Ahí anunció que desde ese momento solo realizaría cortes a domicilio.
-Yo pensaba que nadie me iba a pescar, pero al día siguiente 500 personas me agregaron a Facebook y otras 50 me llamaron esa semana para pedir cortes.
Hoy su página tiene cerca de diez mil seguidores. Entre sus clientes habituales tiene a la mayoría de los jugadores de la selección -Arturo Vidal, Gary Medel, Fabián Orellana, David Pizarro, Mauricio Isla, Eduardo Vargas, Claudio Bravo, entre otros- y de otros equipos como Audax Italiano, Wanderers y Huachipato.
Este año Juan abrió su propia barbería en Vicuña Mackenna, al frente del metro Vicente Valdés. La bautizó como Jota Master Barber. Es un juego de palabras que representa su historia.
Jota es el apodo que lleva desde niño. Master lo llaman por su habilidad con las navajas. Barber, obviamente, por su oficio.
Su infancia y sus orígenes los reconstruye con pocas pistas.
-Era roja, de ladrillos, de un solo piso, pero súper grande. Tenía hasta un pozo atrás, una piscina grande y columpios. Era la más bonita de la villa.
Esos son los recuerdos que tiene Juan Carlos de su casa en Peñaflor donde creció con sus abuelos, Héctor Pérez y Marianela Cortés. Sus padres no pudieron estar presentes en su crianza.
Juan, quien se fue de su casa a los 19 años, creció en un ambiente duro, donde la droga y el alcohol estaban a la mano.
-Yo de niño tenía muchos sueños, quería ser basquetbolista y tatuador y sabía que con la droga no lo iba a lograr porque veía lo que le pasaba a la gente de mí alrededor. Yo no quería ser así -dice y agrega:
-Mi abuelo quería meterme a fútbol, me compraba las mejores zapatillas, me metía a escuelas. Yo jugaba pero era malo para la pelota, nunca me gustó -recuerda.
Cuando Juan Carlos tenía ocho años, su vecino y primo Bastián -con quién elevaba volantines y paseaba en bicicleta- lo invitó a ver un entrenamiento de básquetbol en el club deportivo Bata de Talagante.
-Quedé fascinado desde el principio. Mi primo se salió a los pocos meses, pero yo me metí ciento por ciento en el básquet -dice.
Este deporte fue una suerte de refugio e, inconscientemente, también marcó su camino a la barbería. Aunque no tenía un equipo favorito de la NBA, con su amigos googleaban a los deportistas para ver los diseños en sus cabezas y luego imitarlos. Así aprendió las primeras técnicas de barbería que empezó a practicar a los trece años con otros vecinos de su edad.
Antes de ser barbero, Juan Carlos soñaba con ser tatuador. Ahorró para comprar una máquina de tatuar. Tenía 38 mil pesos cuando llegó a Santiago para asistir a una convención de tatuajes.
-La máquina más barata me la dejaban a ochenta. Con toda la personalidad del mundo le dije (al vendedor), 'yo quiero dedicarme a los tatuajes y tengo esto juntado', y le pasé 38 mil pesos. Al final me la vendieron -cuenta mientras se le ensancha la sonrisa.
La alegría no duró mucho; no tenía cómo comprar el resto de los materiales. Entonces, cuando cursaba primero medio, Juan dejó los estudios para trabajar y convertirse en tatuador. Sus abuelos no estaban contentos con la idea.
Su abuelo Héctor Pérez dice:
-A mí no me gustó al principio que se saliera del colegio, pero tenía aptitudes para tatuar, tatuaba a las primas, a su hermana también. Tuvimos discusiones hasta que un día me dijo: 'Tata yo no tengo concentración para los estudios'. Finalmente, aceptamos.
A los catorce años Juan Carlos trabajó como vendedor auxiliar en una tienda Bata de Cerrillos, empresa en la que trabajaba su abuelo. En paralelo practicaba básquetbol, experimentaba con cortes y aprendía a tatuar.
Un día, cuando fue a comprar tinta a una galería comercial en el Paseo Ahumada, se quedó mirando las barberías.
-Ya estaba de moda hacerse diseños en la cabeza. Me puse a ver cómo cortaban el pelo, cómo hacían los dibujos.
Una semana después estaba trabajando en una barbería. Al principio solo sabía cortar con máquinas pero mirando a los otros barberos aprendió a usar todas las herramientas.
En esta etapa sus abuelos fueron quienes más lo apoyaron.
-Nos dieron (a mí y a mi señora) un bono de pensionados. Entre los dos juntamos 60 mil pesos y se lo regalamos para que se comprara su primera máquina de cortar profesional -afirma su abuelo.
Para Juan Carlos los futbolistas son referentes de moda. Dice que que cada uno tiene su estilo propio y cuenta que su última sesión con la Roja fue para Navidad.
-Vidal tiene un corte estructurado, se hace un diseño en representación a su nombre, por eso siempre se marca la 'V' atrás. Y se deja un mohicano estilo punk que va variando con el tiempo. Gary tiene un look más acorde a su carácter, más agresivo.
Juan Carlos dice que otros futbolistas lo dejan experimentar más.
-Eduardo Vargas me dice que le haga un corte bacán, pero que quede bien. Él tiene un corte estilo europeo, degradado a los lados, peinado hacia el lado.
Eso sí Juan deja claro que su oficio es la barbería. No le gusta que lo confundan con peluquero.
-El barbero es un estilista para hombres, hace todos los cortes de varón y es detallista. El peluquero está enfocado en la mujer -dice.
En los tres años que lleva cortándole a la selección chilena, ha desarrollado una relación de amistad con algunos como Vidal, Isla, Orellana y Jara.
-El otro día salimos a comer con Sánchez. Me dio consejos, me dijo que no me involucrara en la farándula, que me siguiera concentrando en mi trabajo y que así me iba a ir bien -cuenta Juan.
-A fin de año quiero abrir un local nuevo y empezar a hacer unas dos o tres barberías más. También quiero hacer una gira por Europa cortando el pelo.
Pero su proyecto más ambicioso es preparar a una nueva generación de barberos.
-Quiero poner un instituto de barbería en Chile, por eso cuando me vaya de gira pienso estudiar la barbería. Ya sé hacerlo, pero quiero certificarme para convertirme en educador.
"El otro día salimos a comer con Sánchez. Me dio consejos, me dijo que no me involucrara en la farándula, que me siguiera concentrando en mi trabajo y que así me iba a ir bien", dice.
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