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Foto del escritorStephanie Elias

Testimonio: La máquina y mi mamá


Escrito para el Diplomado de Narrativa de no Ficción de la UAH (junio 2021)


En el colegio me pidieron un cuento, pero habían unos ruidos como de golpes que no dejaban que me concentrara. No sabía qué pasaba, pero tenía susto de sacarme una mala nota, porque eso mi mamá no lo aceptaba.

Mi mamá, ufff, si te contara. Era una rubia espléndida, absolutamente divina, una beauty. Cuando uno tiene una mamá con este grado de glamour uno es una chica tímida, uno es una adolescente torpe. No me parezco a ella en lo absoluto.

Mi mamá era famosa. En los 50 cantaba en las radios de noche, usaba un seudónimo: Verónica, pero no era conocida en la sociedad chilena por eso, sino porque inventó las telas elasticadas para los trajes de baño y todas las beautys de la época llegaban a mi casa a comprarle. Entre las once de la mañana y las cuatro de la tarde mi pequeña casa en el Golf era una humareda provocada por esta horda de mujeres, y no podías ni entrar.

No creo que a mi papá le haya gustado mucho, él era hijo y nieto de españoles, nada que ver con esta alemana chiflada que le tocó por mujer, pero él la dejaba ser, y cuando cantaba con su guitarra mi papá moría. Es que mi mamá era una artista, pienso que hubiera sido buena para el piano también, pero ella volcó toda su creatividad en las telas.

Los últimos quince años la vida se dio vuelta y yo me hice cargo de todas las cosas de mi mamá. El año pasado me la traje a vivir conmigo. Yo soy sola hace mucho tiempo, por eso mi mamá fue una excelente compañera, vino a alegrar la casa. Anda a saber tú si a lo mejor en este tiempo mi mamá me dio la compañía que yo sentí que me faltó cuando era niña. No sé si se dio cuenta de que iba a partir, no creo que haya sido consciente, a lo mejor lo más duro fue lo del oxígeno, pero hasta eso se lo tomó bien.

Yo no sabía de dónde venía ese ruido, no lo supe hasta que vi las hojas que mi mamá pasó por debajo de la puerta. “Ese viaje en bus que no pudo ser” se llamaba, y trataba de unas amigas que planeaban un paseo, el bus nunca llegaba a destino, pero ellas no se dieron cuenta porque en el viaje lo pasaron fantástico. Ahí recién entendí que los golpes eran de la máquina de escribir de mi mamá que me estaba haciendo la tarea del colegio.

Pensaba que en este mundo propio de mi mamá no había mucho espacio para mí, que entre el canto, el diseño, el brige y las fiestas pudiera estar pendiente, además, de lo que pasaba conmigo y mis hermanos. Creo que la máquina de escribir es el símbolo de eso, una suerte de sorpresa, una faceta adicional a esta aparente distancia que tenía con nosotros, una cercanía de la que yo no sospechaba, de que ella se acordó que yo necesitaba un cuento para mañana.


Testimonio de Verónica sobre la relación con su madre.



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